Clarice Lispector, una flecha en el punto neurálgico de la palabra
Es muy difícil hablar sobre la obra de Clarice Lispector sin parafrasearla, sin citarla a cada rato. Sin asentir cuando, por ejemplo, el narrador de La hora de la estrella dice: «No, no es fácil escribir. Es duro como romper roca. Aunque vuelan, como aceros espejados, chispas y astillas». O cuando la narradora de Agua viva señala: «Estoy intentando escribirte con todo el cuerpo, enviando una flecha que se clava en el punto neurálgico de la palabra». Su obra es tan única, tan potente que es sólo en sus textos donde se encuentran las maneras más acertadas de describirla.
Este texto es el encabezado de un magnífico artículo que hemos encontrado en el diario La Nación de Argentina para presentar las fiestas que, al estilo del Bloomsday de James Joyce, se celebran cada 10 de Diciembre, día de su nacimiento, en honor de Clarice Lispector. La iniciativa, denominada «La hora de Clarice», nace en 2011 en Brasil, en el Instituto Moreira Salles, y sigue propagándose año tras año por diferentes ciudades del mundo para homenajearla.
Clarice Lispector, de origen ucraniano, creció en Recife, Brasil, y vivió también en Río de Janeiro, Estados Unidos, Italia, Suiza e Inglaterra. En su trayectoria vital destacan la ausencia temprana de su madre, dos hijos, un accidente que le provocó graves quemaduras, una temprana muerte por cáncer. Demasiado temprana. Pese a su desigual reconocimiento en los territorios hispanohablantes, es una autora imprescindible que merece una lectura sosegada, gozosa y profunda.
Queridos lectores, os encontréis o no entre el selecto grupo de los apasionados de nuestra inclasificable escritora, os proponemos que os dejéis atravesar por las flechas que nos lanza Clarice Lispector. Son flechas en forma de libros y los edita Siruela en una de sus excelentes bibliotecas de autor: