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Madres como madrastras

Todos queremos a mamá. Este fin de semana se celebra el día de la idealización comercial de la madre. Para bajar un poco a tierra y que te reconcilies con la tuya para siempre, hemos seleccionado a algunas de las peores madres de la literatura. Es una lista abierta, a la que puedes contribuir con todas las que se nos hayan olvidado.

Una mala madre suele ser la convención con la que se designa a una mujer que es mujer antes que madre, alguien que carga con la vida y sus conflictos como buenamente puede y pone por delante sus intereses personales por sobre ese amor –se dice que instintivo e incondicional– a los retoños. La literatura no se ha salvado de la convención, solo que en las obras de ficción es más fácil hablar alto y claro.

Emma Bovary (La señora Bovary)

Emma no siente ninguna vocación especial hacia Berthe: le faltan demasiadas cosas para ser feliz como para ocuparse de la niña, aunque no duda en fingir ciertas atenciones para despistar sobre sus andanzas. Cuando, asediada por todas las decisiones equivocadas que ha tomado hasta entonces, toma el arsénico que acabará con sus desdichas, no piensa en Berthe. La niña quedará a cargo de un padre que también morirá prematuramente y se verá desamparada y obligada a ingresar al mundo del trabajo y la explotación que una madre menos egoísta e infantil le habría ahorrado.

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Daisy Buchanan (El gran Gatsby)

Daisy está enamorada del dinero, el bienestar y el lujo. Es incapaz de lealtad o de preocuparse por los demás. La indiferencia hacia su hija, que apenas se menciona en la novela hasta el capítulo 7, es llamativa. Daisy está ocupada con Jay Gatsby y no puede pensar en otra cosa. Sus palabras cuando le anuncian que ha dado a luz una niña están a tono con su habitual superficialidad: “Espero que sea una tonta: es lo mejor que puede pasarle a una chica en este mundo, ser una hermosa tontita.”

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Gertrudis (Hamlet)

No solo la reina Gertrudis se casa con el asesino de su marido cuando el cadáver todavía está caliente, sino que desarrolla todas sus malas artes para crearle una dependencia afectiva a Hamlet que habría despertado la envidia de otra mala madre: Yocasta.

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Marissa Coulter (La materia oscura)

Elegante y sofisticada, Marissa Coulter también es una mujer ávida de poder, con firmes redes tejidas en el centro más oscuro del poder político y religioso. Cuando Lyra, la hija ilegítima que ha tenido con lord Asriel, está en peligro de muerte en Bolvangar, sus instintos maternales superan a la ambición y le salva la vida. Pero en el segundo libro de la trilogía, La daga, no duda en planificar su asesinato para evitar la Caída. Metatron la describe así: “Corrupción y envidia y codicia del poder. Crueldad e indiferencia. Una curiosidad rayana en el vicio. Una malicia tóxica, venenosa, en estado puro.”

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Clara Copperfield (David Copperfield)

Es sabido que Charles Dickens no tuvo una buena relación con sus padres. Esto se ha reflejado en casi todas las figuras maternales de sus libros, pero es Clara Copperfield la que elegimos para la lista. Casada a los 20 años con un hombre que le dobla la edad, Clara enviuda pronto y queda a cargo de David, su único hijo. Infantil y malcriada, pronto cede a los halagos del señor Murdstone, con quien se casa en ausencia de David, que al regresar a casa rompe en llanto ante las novedades. Clara es débil e incapaz de poner coto al maltrato y los abusos que Murdstone se complace en infligir a David. Un caso de dejación de maternidad.

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