El verano es para los clásicos: Thomas Hardy

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Minerva Òliba

¡Y pensar que todo fue culpa de un perro!

Que ni siquiera tenía nombre. El chusco hijo de George, el ovejero de Gabriel Oak que había perdido el lustre de su manto por imitar la lana de las ovejas que cuidaba, nunca llegó a tener un nombre. Obedecía —o no— a meras interjecciones.  Nunca fue capaz de distinguir entre la tarea bien hecha y el pasarse de rosca.  Todos tenemos un amigo más o menos así, sea perro o no.

Imagínate que te llamas Bathsheba. Eres la mar de guapa, te incendia el corazón la llama de la independencia… pero no tienes un céntimo que haga de punto fijo para mover el mundo. Que puedes resignarte a ser novia, a condición de no convertirte en esposa.

Y aparece un chusco sin nombre que te lo arruina todo.

El verano también es para los clásicos, un buen momento para tomarse un respiro de tanta novedad vertiginosa y bucear en los libros que inspiraron los que se escriben y venden hoy.  Lejos del mundanal ruido es una novela —la primera que tuvo éxito comercial de las que escribió Thomas Hardy— que no te dejará indiferente.

Eres la guapa Bethsheba y, recogida por tu tía la señora Hurts, de pronto te das cuenta de que te atrae un pastor de ovejas venido a más a fuerza de sacrificios. ¡Qué mal partido para una chica como tú! Así que decides alejarte de los lugares frecuentados por Gabriel Oak y te marchas a otro pueblo.

La vida te da sorpresas. Gabriel Oak pierde todo lo conseguido porque un perro sin nombre guía a sus ovejas a un precipicio, y tiene que salir a buscar trabajo. Bethsheba hereda las tierras de su tío y se convierte en una mujer rica. Pero ni los ricos están a salvo del fuego, que termina asolando las nuevas propiedades de Bethsheba.

En su busca de trabajo, Gabriel pasaba por allí —decidido y valiente, lidera a los mirones en una maniobra victoriosa contra las llamas. Agradecida y apenada, Bethsheba le da trabajo en la propiedad. No hace falta decir que Gabriel es mucho peor partido que antes. ¡Y ahora vive bajo su mismo techo! Por culpa de aquel perro que le hizo perder el rebaño.

Ay, ¡la de tonterías que una chica guapa puede hacer el día  de San Valentín! Por ejemplo, encender la pasión de un vecino tímido y reprimido, pero en posesión de una fortuna nada desdeñable. Pero si Bethsheba es rica ahora que heredó a su tío, os diréis. Sí, claro, pero las fortunas solo sirven si se duplican.

Incómoda por el interés que ha despertado en el cuarentón William Boldwood, aun sabiendo que es el mejor partido de la región y a punto de aceptar su petición de matrimonio, Bethsheba cae rendida ante las dotes de espadachín del sargento Troy. Celos criminales de Boldwood y pesar del pastor Gabriel, condenado a ver los devaneos de la mujer que ama y ahora es su ama.

¿Qué puede hacer una chica como Bethsheba en un lugar como este, rodeada de tres hombres y sin saber qué decisión tomar? Pues volver a marcharse del pueblo.

Y así Bethsheba se va a Bath, donde —ay, condenado destino— se encuentra con el sargento Troy y una trampa que solo deshará la muerte.

Ya no os cuento más de la historia de Bethsheba, porque es mejor leerla en la novela magnífica de Thomas Hardy. Pero que sepáis que lo visto hasta aquí es solo el comienzo de las tribulaciones de una chica demasiado guapa, muy orgullosa, bastante vehemente y con un punto de ingenuidad sobre las consecuencias de sus actos.

¿Que con quién se casa Bethsheba finalmente? Con varios, con varios. Ya hemos dicho que le cuesta tomar decisiones, lo que no le impide ser irreflexiva. Y muy, muy cabezotas.

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Leer el libro

Thomas Vinterberg ha hecho una espléndida adaptación cinematográfica de la novela. Carey Mulligan es una Bethsheba Everdene absolutamente creíble en un mundo de hombres en el que no sabe cómo expresar sus sentimientos sin caer víctima de un enredo. Pero lee la novela primero.