7 libros para leer si vas a Nueva York
Salvo que tengas tus cinco sentidos sellados a la vez, la ciudad que nunca duerme se te cuela por cualquier resquicio hasta el punto de que incluso quien no ha viajado ni se plantea hacerlo es capaz de reconocer según qué calle, plaza, puente o edificio. Y esto es parte de su encanto.
Pero hay formas de redescubrir Nueva York a pesar de que la tengas pegada a la retina por vía catódica o cinematográfica, y una de ellas es dejarte guiar por cicerones de lujo: escritores neoyorquinos de nacimiento o de adopción que la ficcionalizaron como si fuera un personaje más. Son la mejor alternativa o complemento a las guías de viaje y una manera de entrar a la ciudad por la puerta grande. Son nuestros siete libros para leer antes de viajar a Nueva York.
1. Nueva York. Edward Rutherfurd. Roca.
Aunque en sí mismo el libro es ya un recorrido alucinante a través de los cuatro siglos de historia de Nueva York, su grandeza estriba en que todo el peso de la trama recae sobre las gentes anónimas que hicieron de ella lo que hoy es: un glorioso crisol humano encorsetado en hormigón, madera y hierro. A través de hechos históricos, datos curiosos y verídicos, de múltiples personajes de todos los orígenes imaginables -indios manhatos, colonos holandeses, comerciantes británicos, esclavos africanos, trabajadores germanos, irlandeses, judíos e italianos llegados con escala en Ellis Island, puertorriqueños y chinos, gente honrada y gánsteres, elegantes damas y prostitutas, borrachos y eruditos- y con el hilo conductor de varias generaciones de distintas familias, Rutherfurd dibuja un mosaico vívido, ameno y apasionante de la Gran Manzana desde sus orígenes hasta el siglo XX.
2. Historias de Nueva York. O’Henry. Nórdica.
Hablar del Nueva York en la literatura es prácticamente sinónimo de hablar de un titán de la narrativa breve: William Sidney Porter, alias O. Henry. Estaba genéticamente dotado no sólo para retratar al americano medio sin tapujos y con mucha ironía, sino para calzar finales de órdago; tanto que pronto se acuñó eso de escribir «un final a lo O. Henry». Y no sólo eso, ya que muchas de sus grandes piezas aparecen reunidas en este Historias de Nueva York, donde las vidas de neoyorquinos de todo pelaje se engarzan sobre una ciudad siempre vibrante para ir articulando ante la mirada entre atónita y embobada del lector una fabulosa y original cartografía neoyorquina de principios del S XX.
Un singular y alucinante viaje en el tiempo a una de las ciudades más magnéticas del mundo que se nutre del siempre imprevisible plancton de la cotidianidad y de una milagrosa simbiosis entre O. Henry y su ciudad de adopción.
3. Caperucita en Manhattan. Carmen Martín Gaite. Siruela.
Que Caperucita y el lobo dejen el bosque para pasearse por Nueva York y que la abuela, con varios maridos a la espalda, recuerde sus éxitos en el music-hall es algo grande, pero si lo hacen guiados por la magia de Carmen Martín Gaite y su fascinación por la ciudad se obra el milagro en forma de un libro llamado Caperucita en Manhattan. Una auténtica joya que recrea el clásico de Charles Perrault.
La pequeña Sara Allen, embutida en su capita roja, decide ir sola desde su casa en Brooklyn hasta Manhattan para llevarle a su abuela una suculenta tarta de fresa. Así arranca una aventura junto al turbio pastelero mister Woolf y a la exquisita miss Lunatic, un ser nocturno que habita en las entrañas de la estatua de la Libertad y que será el hada madrina de la pequeña Sara en su periplo por la Gran Manzana. Un delicioso recorrido que esconde un mapa de Manhattan muy particular.
4. Un año en el otro mundo. Julio Camba. Rey Lear.
Con unas dotes de observación por encima de la media, una insaciable curiosidad y ese talento para barnizar sus crónicas con una doble capa de humor inteligente llegó el periodista y escritor gallego Julio Camba al Nueva York de comienzos del siglo XX. Aterrizó en 1916, era su primer viaje a la ciudad de los rascacielos y, junto a su pasaporte, llevaba su credencial de corresponsal del periódico ABC. Así arrancó un año cargado de piezas memorables que luego se publicarían como Un año en el otro mundo y que tan pronto contaban con rigor hechos noticiables de actualidad política, económica, cultural y de sociedad como reflejaban ese «otro mundo» que estaba descubriendo Camba. Y así, pieza a pieza, completó un librito desternillante y lúcido sobre la ciudad, sobre el modo de vida americano y sobre las extrañas inquietudes y manías de esas contradictorias criaturas llamadas neoyorquinos que, cien años después, siguen sorprendiendo y cautivando al viajero contemporáneo.
5. ¡Corre, hombre, corre! Chester Himes. Akal.
No hay duda: cuando a uno lo que le interesa es conocer el reverso turbio pero real de una ciudad a través de la literatura ha de tirarse en plancha a por una buena novela negra. Y aunque ambientadas en Nueva York hay un arsenal, en esta ocasión os proponemos viajar al Harlem de Chester Himes en ¡Corre, hombre, corre! Él os enseñará, a través de una trama vibrante a ritmo de jazz donde un policía blanco quiere dar caza a un negro inocente que ha visto cómo masacraba sin motivo a dos personas, las entrañas de una ciudad y de un barrio en su más sórdido esplendor. Veréis, porque su ritmo narrativo es casi cinematográfico, el caos circulatorio, la violencia racial y sexual, la pobreza, los trapicheos de las mafias, la corrupción policial y, en definitiva, las vergüenzas de la ciudad que nunca duerme proyectadas directamente sobre las calles de Harlem, y todo ello espolvoreado del más puro sarcasmo con denominación de origen «Chester Himes».
6. Normas de cortesía. Amor Towles. Salamandra.
Acompañar a la joven, bella y ambiciosa mecanógrafa Katey Kontent en su lucha por hacerse un hueco como simple mortal en el olimpo de las deidades más ricas y poderosas de la burbujeante y frívola Nueva York de finales de los años 30 es mucho más que un vertiginosa odisea personal titulada Normas de cortesía. En ella Amor Towles nos facilita un acceso vip a los speakeasy o clubes privados, a los antros de jazz y ginebra barata, a las resacas perpetuas, a la alta joyería y las pieles, a los edificios con portero uniformado, a los círculos más elitistas de las altas esferas y a la verdadera jungla de asfalto donde nadie ni nada es lo que parece. Por eso, cuando el destino le pone a tiro al joven vástago de una familia rica, la cazadora que es se aferra con sus garras lacadas a ese espécimen que le dará acceso a los lugares en los que quiere estar. Pero, eso sí, sólo permanecerá en ellos si logra bailar al son que marcan otros, y Kate tiene, además de un oído privilegiado, un talento innato para la danza.
7. Brooklyn Follies. Paul Auster. Anagrama.
Plantearse viajar entre líneas a Nueva York y no ponerse en manos de su cicerone contemporáneo por excelencia es poco más que una blasfemia literaria. Por eso Paul Auster es de obligada lectura en el marco que nos ocupa y, especialmente, con Brooklyn Follies, novela ambientada en uno de sus barrios más emblemáticos: Brooklyn. En ella, el mago de lo cotidiano y demiurgo de personajes con un magnetismo sobrecogedor que es Auster nos introduce a Nathan Glass, un hombre quebrado que, tras sobrevivir a un cáncer y a un divorcio agónico, regresa al vecindario donde creció para apurar su ridícula existencia escribiendo sobre disparates y locuras ajenas. Pero a medida que empieza a escribir conoce a una troupe de personajes que pulverizan sus planes y de cadáver inminente pasa a ser un hombre casi enamorado, con mucho que hacer y muchas ganas de vivir.