7 grandes clásicos para leer sin romperte la muñeca
Cuanto más voluminosa sea una novela más riesgo entraña de fracturarte un hueso, dislocarte un codo o lesionarte un pulgar al tratar de leerla. Hablamos de títulos monumentales, de esos que hay que leer pero cuyo tamaño –rondan las mil páginas– echa para atrás a más de un lector reticente ante cierto tipo de ejemplares inmanejables, pesados de transportar y tan bien vestidos que da pena manosearlos. Es el pesado estigma de algunas de las más grandes novelas.
Y es que son libros para ver y no para leer, y hay quien relega su lectura para siempre y su ejemplar al rincón más vistoso de su biblioteca personal. Pero con el milagro de la edición digital esos mismos títulos, en esas maravillosas ediciones y con idéntico contenido pueden leerse sin riesgo para la integridad física del lector porque no pesan más de lo que pesa la tableta. En 24symbols hemos seleccionado siete grandes clásicos para leer -y disfrutar- de su lectura sin romperte la muñeca.
1. La Regenta. Leopoldo Alas Clarín. Leer-e. 1056 páginas
Fascinante retrato de una mujer que, cercada por convencionalismos caducos e hipocresías, se debate entre el deseo sacrílego y su represión, mientras un galán y un cura la cortejan, volatilizando todas sus defensas, y exponiéndola literalmente al escarnio público de un entorno murmurador, envidioso, rancio, despiadado, fariseo, perverso y provinciano que disfruta precipitando la muerte social de la protagonista.
Ana Ozores es la víctima inocente de una época, de una ambición y de un entorno, la ficticia Vetusta, descritos de forma veraz y sin ningún tipo de concesiones por un Clarín que firmó un novelón imprescindible de la literatura del s. XIX donde las pasiones humanas -las altas, pero especialmente las bajas- aceleran el pulso del lector a cada salto de línea.
2. David Copperfield. Charles Dickens. Alba Clásicos. 1024 páginas
Con fuertes matices autobiográficos narra las aventuras y desventuras de un muchacho desde su infancia hasta la edad adulta, en la Inglaterra rural y el Londres del s. XIX, y fue no sólo la novela preferida de Charles Dickens, sino libro de cabecera de Henry James, Dostoievski, Tolstoi, Joyce e Ítalo Calvino, entre otros.
Y es que, una vez se adentra uno por sus páginas, es muy difícil sustraerse al hechizo de una fórmula literaria magistral que lleva las dosis justas de melodrama y de comicidad, de ironía y de realismo, de crueldad y de ternura, a través de una gloriosa galería de personajes entre los que destacan, aparte del propio David Copperfield, su tierna y vehemente tía Betsey, el excéntrico señor Micawber, siempre sin blanca y siempre al filo del abismo, y el escurridizo y maquiavélico Uriah Heep. Un mosaico vívido, divertido y cruel, que es una lección de vida.
3. Anna Karénina. Lev N. Tolstói. Alba Clásicos. 1008 páginas
Tolstói logró con ella no solo una de sus mejores novelas psicológicas, sino un glorioso fresco de la Rusia del s. XIX. Su monumental relato, concebido y trabajado en los albores de una de sus más profundas crisis espirituales, es una brillante disección de las pasiones y las contradicciones que atormentan al ser humano, alimentadas por ciudades corroídas por pecados y espoleadas por convencionalismos sociales.
Del corazón del torbellino de emociones y del enjambre de personajes emerge majestuosa y atormentada la figura de Anna Karénina, una mujer adúltera que, consumida por el fuego de su pasión por el seductor conde Vronski, deberá elegir cómo vivir su vida y averiguar si es capaz de pagar el precio que su elección entraña. Y con ella nace no sólo una de las féminas más grandes de la literatura, sino una auténtica lección de fidelidad a uno mismo.
4. Los hermanos Karamázov. Fiódor Dostoievski. Alba Clásicos. 1009 páginas
Las malas relaciones que mantiene con sus cuatro hijos Fiodor Pavlovich Karamazov, hombre rico, déspota, cruel y libertino parecen abocadas a la tragedia. Ni el insaciable, sensual e impetuoso Dmitri, ni el intelectual y ateo Iván, ni el piadoso y místico Aliosha y ni siquiera Smerdiakov, el cínico y perverso hijo natural, son capaces de desvincularse del influjo nocivo del patriarca y la sombra del parricidio que se cierne sobre ellos.
A partir de un crimen y de la disparidad de caracteres de los Karamazov, Dostoievski esboza un oscuro e intenso drama familiar con el que disecciona una sociedad corroída hasta la médula por el poder del dinero, las pasiones incontroladas, el egoísmo y la ignominia espiritual. Una brillante metáfora de la vida humana proyectada sobre un drama doméstico que engancha de principio a fin.
5. La montaña mágica. Thomas Mann. Edhasa. 938 páginas
Un colosal y turbio cuento de hadas ambientado en un sanatorio en Davos, Suiza, poco antes de la Primera Guerra Mundial. A él se dirige un joven de Hamburgo que va a visitar a su primo y que, al poco de llegar, enferma y permanece ingresado. El día a día en el sanatorio, siempre cercado por la muerte, es un crisol de emociones en ebullición, donde el tiempo se ha detenido y donde se reflexiona sobre todo -el tiempo, la enfermedad, la política, la estética, etc- sabiendo de casi nada.
Su grandeza estriba en la vida interior, afectiva e intelectual de la amplia galería de personajes que despliega Mann ante el lector, todos ellos interesantes por sí mismos y todos ellos interactuando con el resto. En un libro enorme en el que acontecen mil prodigios, y que refleja refleja el modelo de vida decadente de la burguesía europea en los años previos a la Gran Guerra.
6. Moby-Dick o la Ballena. Herman Melville. Akal. 938 páginas
Uno de los mejores antídotos contra una rutina aséptica es enrolarse una temporadita a bordo del Pequod a las órdenes del tullido y atormentado capitán Ahab, firme en su obsesión por dar caza a Moby Dick, la gran ballena blanca que se merendó su pierna.
El día a día en un ballenero del s. XIX junto a Ismael, Quiqueg y Starbucks, el prodigioso análisis del alma humana, el sabor a salitre, sudor y sangre, y la simbología que impregna cada una de las páginas de Herman Melville hacen que esta majestuosa epopeya en prosa sea inmensa y maravillosa. Tanto que el lector termina por ser, irremediablemente, parte de la tripulación y, quiere, como el propio Melville, arponear a la temida ballena blanca.
7. Mansfield Park. Jane Austen. Alba. 650 páginas
Como cualquier excusa es buena para adentrarse en el universo literario de las grandes voces de las letras británicas, quizá ahora, al tenerlo en bandeja virtual en una edición impecable, haya quien se decida a leer Mansfield Park, para muchos un prodigio de arquitectura narrativa y de profundidad psicológica, sin olvidar su intensa carga de ironía y esa lucidez con la que sondea el reverso más turbio del alma humana.
En ella Jane Austen narra cómo la joven Fanny Price, una pseudocenicienta rescatada de la miseria para ser trasladada a la mansión de Mansfield Park, se atrinchera en su propia sumisión para ser testigo del libertinaje, la doblez moral, las traiciones y las mezquindades de la aristocracia y advenedizos sin escrúpulos mientras ella no ceja en su empeño de dar con el marido ideal.
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